sábado, 21 de diciembre de 2013

La solidaridad no degenera

Hace unos meses me hicieron un encargo muy especial. Me preguntaron si estaría dispuesto a escribir un relato para un libro benéfico que cada año organiza la televisión de Cataluña. En este caso, se trataba de recaudar fondos para enfermedades neurodegenerativas como la mía. Me asustó un poco el reto, no sabía si podría estar a la altura, por lo que enseguida solicité poder ver los libros de anteriores ediciones para buscar el modo de enfocarlo. Empecé a trabajar con muchos meses de antelación, siempre teniendo claro que no tenía ninguna garantía de que al final fueran a seleccionar mi relato. Al final, les gustó mucho lo que escribí y me lo seleccionaron. El título de mi relato es "Els altres", (los otros) y es una mezcla de vivencias personales y ficción. Ha sido para mí un orgullo poder compartir libro con autores como Stephen Hawking o Marti i Pol. Pienso que es el estado quien debería de asumir su responsabilidad en dotar de fondos suficientes para la investigación de estas enfermedades, para cualquier enfermo tener que participar en estos actos es bastante agotador, pero tampoco podemos estar cruzados de brazos. Todas estas iniciativas suman. En fin, esperemos que mi granito de arena pueda servir para algo. El libro sólo está disponible en catalán, pero copio el enlace donde poder conseguirlo por si hay alguien que pueda estar interesado.

http://www.tv3.cat/marato/llibre





miércoles, 23 de octubre de 2013

Lugares donde se inspiran los artistas

Siempre me ha llamado la atención los lugares en los que los escritores o artistas trabajan. El nido, su fortaleza en la que pasan tantas horas luchando con la inspiración.

Para escribir, la mayoría de los escritores necesitan silencio, y en muchos casos llevar a cabo una serie de rituales o manías. Recuerdo unas palabras del fallecido y admirado José Luis Sampedro, el cual escribía sentado en una butaca vieja, llevando sobre sus rodillas una simple tabla de madera. Creo recordar que dijo que no tenía ni televisión.

El célebre escritor de novelas de terror, Stephen King, escribió una de sus primeras novelas en una caravana. También cuentan que concibió una de sus obras más famosas, "El resplandor", en la habitación de un hotel, donde la leyenda cuenta que pasan cosas extrañas. De hecho, se suelen organizar "tours fantasmas" por el hotel y la habitación donde se alojó el escritor.

Por último, os dejo el enlace a este blog que contiene unas fotografías muy interesantes, donde se reflejan los lugares tan dispares en los que artistas, escritores, pintores... se inspiran y cultivan su creatividad.


sábado, 12 de octubre de 2013

Como una novela

Saludos a todos,

El otro día me pidieron una reseña literaria para un blog sobre educación. Me acordé de un libro que había leído recientemente, y que creo que puede encajar muy bien con el contenido de dicho blog. Se trata de la novela "Como una novela", de Daniel Pennac. Me pareció un libro muy interesante.

Os dejo mi reseña:

Confieso que soy una de aquellas personas cuya pasión por la lectura se ha desarrollado a pesar de esos libros infumables que nos obligaban a leer en el Instituto. Sobreviví a esos tochos aburridos, plomizos, todo lo ilustres que ustedes quieran, pero que mataban aquello que precisamente pretendían alentar. Mi afición a la lectura se gestó, pues, en la clandestinidad.
Recientemente he leído un libro que trata de este tema, y que me ha parecido muy interesante. Su título: Como una novela, su autor Daniel Pennac. Es un pequeño ensayo sembrado de frases ingeniosas y de fácil lectura.
El autor comienza diciendo que, a priori, son muchos los enemigos que tiene la lectura; con frecuencia se alude a la competencia de la televisión, los teléfonos móviles, los videojuegos, Internet… que nos distraen y nos quitan tiempo para ello. Cierto que son tentaciones, que muchas veces usamos como excusas:
“¿Se ha visto alguna vez, sin embargo, que un enamorado no encontrara tiempo para amar? Yo jamás he tenido tiempo para leer, pero nada, jamás, ha podido impedirme que acabara una novela que amaba”, explica el autor.
Aquí desvela una de las primeras claves para enfrentarse a estos rivales: el amor por la lectura. ¿Y cómo fomentar este amor por la lectura? Pues buscando el placer. Para competir con otros placeres como la televisión e internet, el placer de leer:
“Señoritas, no es bajo la forma de vocabulario y sintaxis como la Literatura comienza a seducirnos. Acuérdense simplemente de cómo las Letras se introducen en nuestra vida. En la edad más tierna, apenas han cesado de cantarnos la canción que hace sonreír y dormirse al recién nacido, se abre la era de los cuentos. El niño los bebe como bebía su leche. Exige la continuación y la repetición de las maravillas; es un público despiadado y excelente. Dios sabe cuántas horas he perdido alimentando con magos, monstruos, piratas y hadas a unos pequeños que gritaban: ¡Más! a su padre agotado”, expone. Y pone la guinda cuando dice:
“Un niño no siente gran curiosidad por perfeccionar un instrumento con el que se le atormenta; pero conseguid que ese instrumento sirva a su placer y no tardará en aplicarse a él a vuestro pesar”.
Así pues propone recuperar ese placer que sentíamos cuando nos leían cuentos en la cama:
“Jamás le haremos entender a un muchacho que, por la noche, está metido de lleno en una historia cautivadora, jamás le haremos entender mediante una demostración limitada a sí mismo, que debe interrumpir su lectura e ir a acostarse”, escribió Kafka en su diario. Su padre hubiera preferido que pasara todas las noches de su vida haciendo números.
El temor a no entender coarta la expresión de esta pasión. “Una vez vencido el temor de no entender, las nociones de esfuerzo y de placer actúan poderosamente la una en favor de la otra, porque, en este caso, mi esfuerzo me asegura el incremento de mi placer, y el placer de comprender me sume hasta la ebriedad en la ardiente soledad del esfuerzo”, expone.
Concluye el autor que es muy complicado inculcar el placer y el amor por la lectura en la escuela, tal como está organizada ahora mismo:
“Los libros no han sido escritos para que mi hijo, mi hija, la juventud, los comente, sino para que, si el corazón se lo dice, los lean. Nuestro saber, nuestra escolaridad, nuestra carrera, nuestra vida social son una cosa. Nuestra intimidad de lector y nuestra cultura otra. Hay que fabricar bachilleres, licenciados, catedráticos, la sociedad lo pide, y es algo que no se discute…, pero es mucho más esencial abrir todas las páginas de todos los libros”.

Si queréis visitar este fantástico blog sobre educación:





sábado, 5 de octubre de 2013

La fuerza de los libros

¿Os habéis sentido alguna vez así al leer un libro? ¡Cuántas emociones nos despierta!... Me ha encantado este montaje.


martes, 2 de julio de 2013

Hay que morir inspirando amor (si se puede)

La lectura del libro "Diario de invierno", de Paul Auster, da para mucho. He encontrado en él reflexiones muy interesantes. Entre otras cosas, el autor cuenta que estamos rodeados continuamente por muchas amenazas potenciales, de las que muchas veces no somos conscientes, y que a nuestro alrededor se producen una gran cantidad de muertes y accidentes absurdos como atragantarse, morir por una bala perdida, electrocutarse por aparatos eléctricos que caen en la bañera... Auster concluye, sabiamente, que todo aquel que ha conseguido llegar a una edad avanzada ha sido porque ha conseguido eludir estos peligros latentes.

Hablando de la muerte, una de las citas a las que alude al autor es del ensayista francés Joubert: el fin de la vida es amargo. Cuenta Auster que menos de un año después de que este filósofo escribiera esas palabras, anotó la siguiente formulación sobre el fin de la vida: hay que morir inspirando amor (si se puede).  Auster, impresionado por esta cita, hace la siguiente reflexión: 

"Te conmueve esa frase, sobre todo las palabras entre paréntesis, que a tu modo de ver muestran una gran sensibilidad de espíritu, adquirida con gran esfuerzo, sobre lo difícil que resulta inspirar amor, en particular para alguien que está en la vejez, que se está sumiendo en la decrepitud y se encuentra al cuidado de otros.  Si se puede. Probablemente no exista mayor logro humano que merecer amor al final. Manchando el lecho de muerte con babas y orines. Todos vamos a pasar por ahí, te dices a ti mismo, y la cuestión es hasta qué punto puede seguir siendo humana una persona mientras se encuentra en un estado de impotencia y degradación. No puedes pronosticar lo que ocurrirá cuando llegue el día en que te metas en la cama por última vez, pero si no desapareces súbitamente como tu padre y tu madre, quieres morir inspirando amor.  Si puedes.




domingo, 16 de junio de 2013

Paul Auster y la ELA


Acabo de leer "Diario de invierno", de Paul Auster. En ese libro el autor reflexiona sobre su vida, el paso del tiempo, lo expuesto que estamos todos al azar; habla también del amor y del dolor.

Una de las primeras frases que me han llamado la atención es la siguiente, referida a un poema de George Oppen: "Algunos de los sitios más hermosos del mundo están en el cuerpo de tu mujer".

Aunque todo el libro me ha parecido interesante, en la parte final me he encontrado con una sorpresa impactante. El autor cuenta lo conmocionado que quedó cuando a su abuela le diagnosticaron ELA, una enfermedad muy parecida a la mía (la ELA afecta principalmente a adultos mientras que los afectados de atrofia muscular espinal son en su mayoría niños). Una de las personas afectadas por esta enfermedad es el científico Stephen Hawking. Paul Auster describe sus sensaciones con estas acertadas palabras: 

"...en cuanto la diagnostican, ya no hay esperanza ni remedio, nada frente al enfermo más que una prolongada marcha hacia la desintegración y la muerte. Los huesos se derriten. El esqueleto se vuelve masilla dentro de la piel, y uno por uno los órganos empiezan a fallar". 

"Un día, de buenas a primeras, tuvo dificultad en pronunciar claramente las palabras, arrastraba las sílabas, le salían ligeramente desconectadas. Un par de meses después, de forma alarmante, no guardaban conexión alguna". 

Continúa diciendo:

"A partir de entonces se vio obligada a comunicarse por escrito, llevaba un lapicerito y un bloc adondequiera que iba, aunque de momento parecía funcionarle todo lo demás, podía andar, tomar parte en la vida que la rodeaba, pero a medida que pasaban los meses y se le continuaban atrofiando los músculos de la garganta, tragar le resultaba problemático, comer y beber se convertía en un sufrimiento permanente, y al final el resto de su organismo también la empezó a traicionar".

Especialmente doloroso me resultó leer que la enfermera que contrataron la maltrató. Por suerte, pudieron darse cuenta a tiempo y despidieron a esa desgraciada. El maltrato hacia enfermos o personas con diversidad, desgraciadamente, es muchísimo más común de lo que nos creemos:

"...Moran (menuda y eficiente, un rictus de perpetua y falsa alegría pegado a la cara), que le retenía el lapicero y el bloc, y cuantos más aullidos daba tu abuela para protestar, más tiempo se quedaba ella con el cuaderno ". 

El final de su abuela fue agónico y cruel:

"La poca energía que aún conservaba quedó sumergida por la rabia, una cólera demente que la volvió irreconocible y se manifestaba en continuos aullidos, los alaridos estrangulados, apagados, de una persona imposibilitada, paralizada, luchando por no ahogarse en un charco de su propio esputo". 

Conozco bien la ELA, no sólo por su similitud con mi enfermedad. A lo largo de mi vida me he encontrado con personas que han sufrido esta terrible dolencia. La que me tocó más de cerca fue Biel Martí, quien fue alcalde de un pueblo de la isla, Ferreries. Tuve una relación muy especial con él. Después he conocido, gracias a Internet, a otra gente también fabulosa: Raúl Miranda y su esposa Nuria, Jesús Marchall, Isabel Rojas...

Han pasado más de 17 años desde la muerte de mi amigo Biel y muchísimos más del fallecimiento de la abuela de Paul Auster, y aún no se ha encontrado ningún tratamiento para esta enfermedad. Absolutamente nada. Los afectados, con una esperanza de vida media de seis años desde que reciben el diagnóstico, tienen que ver como se consume su tiempo sin ningún tipo de esperanza. ¿Hasta cuándo será así? ¿Cuántas vidas más tendrá que llevarse esta maldita enfermedad?





sábado, 4 de mayo de 2013

Buscando la inspiración

Dicen que uno de las peores temores del escritor es encontrarse ante la hoja en blanco. Hay días en los que no te sale absolutamente nada. Intuyes que la idea está cerca, que revolotea a tu alrededor, pero no hay manera de agarrarla... Hasta que un día, a veces en el momento más inesperado, ¡zas!, esa burbuja de luz estalla en tu cabeza. 

 Según he leído, la mayoría de la gente que escribe necesita pasar muchas horas trabajando, dándole vueltas a la cabeza, rellenando hojas y tirándolas a la basura, antes de encontrarse con esa idea que busca. Es un poco como el proceso que se necesita para obtener unas gotas de aceite: para ello es necesario exprimir cientos de aceitunas. Como decía Picasso: "La inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando".

 No es de extrañar, pues, que para tratar de mantener esa conexión mágica, efímera, los escritores recurran a todo tipo de rituales. Hemingway, por ejemplo, escribía a lápiz, sobre papel de cebolla; Goethe escribía de pie. Robert Graves escribía en su casa de Mallorca, en una habitación donde todo estaba hecho a mano: decía que estar rodeado de cosas construidas de forma artesanal era importante para su actividad creativa. Thomas Mann tenía en su estudio frascos de colonia, palanganas con agua de violetas en las que cada tanto se lavaba las manos, mientras que Rimbaud pasaba días enteros sin ocuparse de su higiene personal, escribiendo a veces desnudo. Jack Kerouac escribió "En el camino" en un rollo de papel de teletipo, en sólo tres semanas, por miedo a perder la concentración y la racha... 

 En todo caso, nadie ha dado con la fórmula perfecta para que el idilio con las musas se perpetúe a voluntad. "La inspiración es trabajar todos los días", sentenciaba Baudelaire.



Fuente:http://www.papelenblanco.com

sábado, 30 de marzo de 2013

Algunos de mis libros favoritos



La pasada semana me llamaron de radio Vitoria para que recomendara un libro a sus oyentes. Me lo tuve que pensar mucho. Es muy difícil escoger, son tantos los libros que me han gustado e influenciado... Al final me decanté por "Chesil Beach", de Ian McEwan. Pensé que al ser un libro delgado pero a la vez profundo podría interesar a la audiencia. La historia transcurre en los años 60, en Inglaterra, antes de la revolución sexual. Cuenta la vida de una pareja de jóvenes enamorados, de distintas clases sociales, y será precisamente en la noche de bodas cuando sus vidas van a experimentar un cambio radical. Hay una frase demoledora con la que comienza el relato que expresa muy bien el conflicto que plantea el autor: "Era su noche de bodas y no tenían nada que decirse". Brutal. El autor está considerado uno de los mejores novelistas ingleses, y tiene obras bastante conocidas como "Expiación", que ha sido llevada al cine, o la más reciente "Solar".

Recuerdo que uno de los primeros libros que me marcaron fue "La historia interminable", de Michael Ende. Yo era un adolescente, y recuerdo que ese libro me inició con gran placer  en el mundo de la lectura. He leído de todo en mi vida, todo tipo de géneros y autores. Recuerdo que por esa época también me gustaba mucho Stephen King, un autor que ahora no leería pero que me hizo pasar muy buenos ratos mientras me mordía las uñas. En los largos días de verano, inmóvil en una terraza, cuando pocas cosas más podía hacer, devoré obras suyas como "It", "La larga marcha", "El fugitivo"... De este autor me impresiona lo prolífico que es, la cantidad de libros que he llegado a publicar.

Recientemente me ha gustado mucho "Némesis", de Philip Roth. La historia se centra en la epidemia de polio que azotó los Estados Unidos, y cómo reaccionaba la gente ante un enemigo invisible que no sabían de dónde salía y cómo combatirlo. El libro refleja muy bien los temores, dudas, recelos, supersticiones... de la gente de la calle.

Ahora mismo también me viene a la mente un libro que tuvo mucho éxito, y que retrata con una gran sensibilidad  las relaciones materno filiales: "Dónde el corazón te lleve", de Susana Tamaro.

¿Y qué me decís de "El corazón de las tinieblas", de Joseph Conrad? Un libro también imprescindible. Narra los miedos de un hombre en busca de otro, que se adentra en la selva. Dicen que Conrad escribió este libro a raíz de sus impactantes experiencias de un viaje que hizo por África. Escribir para él fue una manera de tratar de compartir ese dolor, de transformarlo para que no le destruyera. De alguna manera, obviamente salvando las distancias literarias, es justo lo que trato de hacer yo también.

Otro día os cuento más libros que me han marcado.



domingo, 10 de marzo de 2013

Entrevista Capotiana


Hoy quiero compartir con vosotros una entrevista que me han hecho recientemente. La he encontrado muy original. Espero que os guste.



En 1972, Truman Capote (1924-1984) publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama 1999), y en él el escritor estadounidense se entrevistaba a sí mismo con especial astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de José Antonio Fortuny.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
La isla de Menorca se ha convertido en el lugar donde tengo que vivir, y más concretamente en los pocos metros cuadrados de esta habitación. La isla tiene grandes privilegios, como su belleza y la calma, pero también algún inconveniente. Aunque en absoluto me quejo por vivir aquí, si pudiera elegir me gustaría poder ver más mundo.
¿Prefiere los animales a la gente?
No, en absoluto, la gente me gusta muchísimo más. He tenido animales que me han hecho mucha compañía, pero me encanta conocer gente nueva. Siempre es un riesgo porque te pueden hacer daño, pero también te pueden proporcionar unas satisfacciones que los animales nunca te podrán dar.
¿Es usted cruel?
No mucho. A lo largo de mi vida creo que he sido más cruel conmigo mismo que con los demás.
¿Tiene muchos amigos?
No todos los que quisiera. Bueno, estoy bastante solo, esa es la verdad. Y no porque no sea una persona sociable, sino porque "simplemente" no me puedo mover. Padezco una enfermedad muscular que me tiene totalmente paralizado. Salir al exterior es una odisea. Y esto entraña muchas dificultades para conocer gente.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Soy una persona que ha aprendido a saber coger el lado positivo de cada persona. Pero si puedo elegir, diría que una de las cualidades fundamentales es que sean personas vitalistas, con sentido del humor, con curiosidad por aprender cosas nuevas, y que sepan escuchar. No sé si es mucho...
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
A todos nos ocurre esto alguna que otra vez. Y por supuesto, supongo que yo también he decepcionado. Es el riesgo que entraña conocer gente, pero aun así creo que vale la pena.
¿Es usted una persona sincera?
Procuro serlo. Pero no hasta ese extremo de decirle algo a alguien que sepa que le va a doler. Por ejemplo, si un compañero que ha escrito un libro me lo da a leer y no me gusta, no se lo digo. Me voy por la tangente.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Una de mis grandes pasiones es ver el mar. La isla es maravillosa en este sentido. Nunca me canso de ver el mar.
¿Qué le da más miedo?
El sufrimiento.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La última vez que me he escandalizado ha sido al presenciar un acto muy hipócrita. Que me mientan, que me utilicen, también me escandaliza.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Escribir para mí es ante todo un ejercicio mental para tratar de mantenerme mentalmente en forma. Nunca pensé que acabaría escribiendo. Han sido las circunstancias, estar atrapado en este cuerpo inmóvil y tener que ocupar el tiempo, lo que me ha conducido a ello. Por supuesto que a menudo pienso cómo hubiera podido ser mi vida en otras circunstancias, pero tampoco quiero torturarme. Creo que me gustaría alguna profesión relacionada con la creatividad o con la enseñanza. Pero si pudiera elegir ahora mismo, lo que más me apetecería sería viajar; escogería una carretera y seguiría hacia adelante. Sería un autoestopista, un peregrino, un mensajero del zar... o algo así.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Me encantaría ver tu rostro en estos momentos si me hicieras esta pregunta cara a cara. Creo que te pondrías un poco rojo y nos reiríamos. Todo el ejercicio físico que puedo hacer es mover los ojos, pero creo que esta disciplina aún no ha sido contemplada por el Comité Olímpico. Mi fisioterapeuta también me moviliza de tanto en tanto, aunque tampoco sé si esto se puede considerar ejercicio...
¿Sabe cocinar?
No, pero soy un crítico gastronómico muy reputado. He aprendido mucho de los programas de cocina que veo por televisión.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Uno de los personajes históricos que desde siempre me ha llamado mucho la atención es Leonardo da Vinci, por la cantidad de conocimientos que llegó a tener, en campos tan diversos. Tuvo una mente privilegiada.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Esperanza, esperanza, cuántas veces he pronunciado esta palabra tan completa y tan asociada a otra: vida.
¿Y la más peligrosa?
Más que palabras, hay algunas expresiones vacías que me sacan de quicio: "te admiro", "eres un ejemplo a seguir", "pobrecito", "superación personal".
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Sí, por delante y por detrás. Si me he contenido ha sido porque después cuesta mucho limpiar las salpicaduras de sangre en la ropa y en la moqueta.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
No me siento representado actualmente por ningún partido político. No me gusta ninguno. Trato de hacer política, pero no partidista, sino basada en la defensa de los derechos humanos, especialmente de las personas con diversidad funcional (discapacidad).
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Si fuera otra cosa no sería yo, y por tanto no tendría esta consciencia, por lo que no sé si valdría la pena... En todo caso, si pudiera conservar mi personalidad, no estaría mal tener el cuerpo de Pau Gasol, la mente de Stephen Hawking y la... de Nacho Vidal.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Soy una persona bastante insípida en este sentido. No fumo, no bebo... Leo bastante y escucho música.
¿Y sus virtudes?
Dicen que tengo una mirada que es capaz de hacer sentir bien a la persona que esté conmigo, y hacer que el tiempo vuele mientras charlamos.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
No es broma, pero he estado a punto de ahogarme en más de una ocasión. Y te puedo asegurar que no pasa ningún tipo de imagen, sino que llega un momento en que lo que quieres es que eso se acabe, de una forma u otra. Pero si se pudieran insertar imágenes, las últimas escenas que me gustaría que pasaran por mi cabeza serían la de verme pasear por la playa, en un atardecer, escuchando el sonido del mar.
T. M.

sábado, 16 de febrero de 2013

Manías lectoras



Antes, cuando podía hacerlo, llevaba a cabo un ritual  al terminar un libro que me hubiera gustado: lo cerraba, posaba una mano sobre su tapa, y musitaba las gracias; gracias por haber tenido la suerte de que ese libro se hubiera cruzado en mi camino, por haberme enseñado algo. Mentalmente, sigo haciéndolo.

Cuando era más joven me sentía obligado a terminar la lectura de un libro aunque no me gustara. Me sentía mal si no lo hacía, con remordimientos, como si fuera una especie de desprecio al autor o como si esperase que de un momento a otro ese libro anodino fuera a recobrar vida y engancharme. He descubierto que a otros lectores les ha pasado lo mismo. Con el paso de los años creo que uno se vuelve más consciente del tiempo tan limitado que tenemos, y de la cantidad de libros pendientes de leer, por lo que ahora, si transcurrido un tiempo prudencial ese libro no me seduce, lo dejo.

Leo en completo silencio o escuchando música, depende del momento. Mis libros se acumulan en las estanterías sin ningún orden aparente, aunque siempre digo que tengo que reservar un rincón para aquéllos que me han gustado especialmente, ya que a veces me piden alguna recomendación y al no tenerlos a la vista se me escapa alguno. No soy, pues,  maniático en el orden que deben de ocupar en las estanterías, aunque es curioso que si han limpiado y han cambiado alguno de sitio, lo detecto enseguida. Mis ojos vagan diariamente tantas veces por el mismo paisaje que si hay un pequeño cambio lo detecto enseguida.

Me encanta el olor de los libros. Y el ruido que hacen las páginas al pasarse. Cuando podía, subrayaba algún párrafo que me hubiera gustado, y solía doblar la punta de las páginas para indicar que allí había algo interesante. Como marcapáginas me he servido de cualquier cosa que estuviera a mi alcance; las servilletas han sido las más sacrificadas para esta labor.

Si pudiera, preferiría leer un libro en formato de papel que en electrónico. Pero poco a poco me he visto obligado a escoger este último soporte porque el esfuerzo físico que hay que hacer es muchísimo menor. Resulta más práctico. Antes de este cambio tenía que perder más tiempo tratando de pasar las páginas con un palo que me ponía en la boca que en la lectura de la página en sí. Para que este sistema pudiera ser efectivo, me tenían que abrir bien los libros, hasta que las costuras de éstos emitían un crujido escalofriante.

Buscando un poco por Internet, he encontrado que hay tantas manías a la hora de leer como lectores. Algunas que me han llamado la atención son:

"No puedo evitar corregir las tildes o errores tipográficos".

"Tengo que comer o beber algo mientras leo".

"Nunca leo la contraportada antes de terminar".

"Me molesta que las personas que no tienen como hábito la lectura abran un libro y lean el final bajo el pretexto de "si no lo voy a leer...al menos quiero saber el final..."

"Leo acompañado de un mapa para saber en todo momento dónde se ubica la acción".

"Leo en cualquier parte menos en la mesa: en salas de espera, en el salón o en la playa...".

"Organizo los libros por leídos y no leídos. Otros lo hacen por tamaños, por género, por orden alfabético..."

"Uso siempre los mismos marcapáginas".

¿Tenéis vosotros alguna manía especial o confesable?


sábado, 19 de enero de 2013

El placer de la música

Otra de mis pasiones confesables es escuchar música. No cuando escribo, pero sí cuando leo o en cualquier otro momento. Me gusta cerrar los ojos y dejarme llevar. Escucho todo tipo de música, desde clásica a rock, dependiendo del estado de ánimo. Por cierto, dicen que cada libro tiene su propio ritmo, su intransferible banda sonora...

No sabía que escuchar música tuviera tantos beneficios. Según estudios científicos, escuchar música reduce el dolor crónico hasta un 21% al liberar endorfinas, disminuye los niveles de estrés y ansiedad, ayuda a regular la frecuencia cardíaca y la presión arterial... También actúa como un estimulante que aumenta la productividad. Por último, la música invita a socializar al unir a las personas que comparten una pasión similar.

Como dijo Platón: "La música es para el alma lo que la gimnasia para el cuerpo".

Me resulta imposible escoger a un autor o canción favoritos. Os dejo con  "Nothing Else Matters", de Metallica. ¿Cuáles son los autores que os gustan a vosotros?